jueves, 23 de mayo de 2013

Gotas en el parabrisas.. Miguel y Patricia..

Y resulta ser que la historia de Patricia, es tan común. Si común, como resultan ser al final la mayoría de las experiencias de nosotras las mujeres. Si te detienes y escuchas tan sólo a un grupo de nosotras, comprendes que aquello que te sucede y que tu creías que sólo a ti te podía pasar, le sucede también a la que esta a tu lado, o a aquella que te encontraste en la sala de espera de un consultorio, o a la que conociste haciendo fila en el super o quizás más cerca aún, le sucedió a tu madre o a tu tía. En fin, al final te das cuenta que no eres la única y ni la última que ha vivido una experiencia así y eso puede que en algunos casos resulte alentador pero en otros te haga sentir peor como a Patricia. Porque siendo su experiencia tan común, como es que no se dio cuenta antes. Pero no cabe duda que para la vida no hay tiempo, por eso no hay errores y las cosas suceden cuándo tienen que suceder.

No es posible, se repite aún. Estaba ahí. Todos los días de mi vida desde hace cinco años y yo ciega, simplemente ciega. Cierra sus ojos, y la mente la lleva hasta aquella mesa del café de siempre, la mesa de la esquina donde podían admirar mejor el paisaje urbano combinado con la naturaleza del parque que estaba enfrente, les gustaba esa mesa por eso. Sentir el paso de la gente que salía de su trabajo a esa hora de la tarde, la música nacida del compás de celulares, platicas y pasos menos apresurados resultaba para ellos una mezcla excitante, ya que ambos compartían una rara pasión por esta ciudad.

 Una escena de una tarde de aquellas vino a su mente, estaban por supuesto en la misma mesa y ya tenían sus cafés servidos, ella capuchino cargado y Miguel un espresso doble como siempre. Ella se había ido de aquel momento, estaba perdida en sus pensamientos, los mismos pensamientos que durante los últimos años solían ocupar su mente, encontrar el amor verdadero. Pensaba, ¿dónde estaría en esos momentos aquel hombre tan soñado por ella?, porque estaba segura que en alguna parte de este mundo existía un hombre para ella, ese que compartiría con ella ideas, gustos, su tiempo, y que sus personalidades compaginarían como las notas de una canción en completa armonía. Sentía que había nacido para ser mujer de un sólo hombre, que aunque su cuerpo y su corazón conocieran a muchos en el camino, llegaría un día que encontraría a ese hombre y su alma le gritaría, "aquí esta", "es tu hombre", "no lo dejes ir" y que haría exactamente eso, asirse de dos manos y con todo el corazón a su verdadero amor.

Mientras Patricia se perdía en aquellos pensamientos, que la llevaban muy lejos, a una ciudad lejana, quizás en Europa, quizás Paris, quizás Madrid, no sabía bien pero en su mente se había forjado la idea de que su gran amor vivía en alguna de aquellas ciudades tan interesantes para ella, y por eso se decía fielmente que haría muy pronto un viaje para recorrer si es posible cada rincón de Europa. Mientras ella pensaba, Miguel se limitaba a mirarla, absortó en el amor tan grande que sentía por ella y que jamás se había atrevido a confesar pues sentía que él no cumplía sus expectativas de ese gran amor tan esperado por ella. Para empezar no vivía en ninguna ciudad de Europa, vivía aquí, en la misma ciudad, y a pesar de haberse enamorado de ella desde el primer instante en que la vio, ella siempre le había ofrecido sólo su amistad, quizás eso sí una gran amistad. Y es que ella le tenía mucha confianza, demasiada pensaba él a veces, pues solía tomarlo de paño de lágrimas y consejero sentimental, y no podía negarse pues ante todo la amaba y quería verla feliz, realizada con el amor de su vida, aunque sonará cursi, él ya se había resignado a ser su mejor amigo. Al principio, lo intentó, le dio señales que ella no percibió, es más que las confundió con interés y deseos de gran amigo que buscaba se sintiera segura y capaz de ser amada, no cómo lo que eran, declaraciones de un enamorado haciendo sus primeros intentos por conquistar al amor de su vida. Y en ese cúmulo de recuerdos se encontraba Miguel cuándo volvió a la realidad y se dió cuenta que ninguno de los dos había tocado aún su café. Que había algo en el ambiente ese día que hacía que los dos estuvieran ausentes y pensativos. No habían mirado a la gente, no se habían reído aún de la señora que pasa todos los días con su bolsa de pan y sus perros a los lados, danzando al ritmo de su falda, como si cantarán con ella la canción de Manzanero que dice "somos novios, pues los dos sentimos mutuo amor profundo"; siempre les causaba risa y alegría la expresión del rostro de la señora y sus perros, y siempre dicían lo mismo, que amor tan bello debe tener esa señora para cantar todos los días la misma canción, quizás el pan es para ese novio eterno con quién debe vivir.

 Le dijo, ¡Hey! - vuelve aquí- ¿pues dónde andas mujer?. Patricia no pudo evitar dar un brinco, y espontáneamente darle una palmada en el hombro a Miguel.
-Que necio eres, de un sopetón me has traído a la realidad, yo que navegaba en una góndola por Venecia en brazos de mi amado.
- mmm, lo suponía que andabas por esos lugares, lo que trataba de adivinar era si sería esta vez París o Florencia o quizás ya te me habías ido hasta Grecia, que sé yo. Contigo ya ni se sabe. Pero el caso es que tu capuchino se enfría, por eso te saqué de tus pensamientos, tomálo. Además han pasado ya la señora del pan y el señor que viene siempre peleando con su mujer por el celular y tú te los has perdido a todos, incluidos a mí, claro. ¿Qué te pasa hoy Patricia?.
- Oh perdón! - Es increíble lo bien que me conoces amigo, hoy estoy en un dilema. Mira me ofrecen en la oficina pagarme un diplomado en Paris, me mandarían tres semanas. Y mañana tengo que resolver.
- ¿Y ese es el dilema? ¡pero si es uno de tus sueños!
- Lo sé, pero tengo miedo. Siento algo raro. Si sé que es fantástico, podría quedarme unas semanas después del diplomado y recorrer todas las ciudades de Europa que tanto me apasionan, y quizás el destino ya ponga en mi camino a mi amor.
- ¿y? ¿porque el miedo? ¿no te entiendo?

Y es que eso que para Patricia resultaba un dilema absurdo, para él era un trago muy amargo, quizás el más amargo de su vida. Se iría, ella se iría por fin a Europa, y era el mismo destino quién marcaba las pautas a seguir. No podía detenerla, si en verdad la amaba y deseaba para ella la felicidad, su deber como amigo y enamorado en silencio era dejarla ir.

Después de un momento, Patricia respondió a su pregunta.

- Es algo muy dentro que parece decirme que no tengo nada que buscar en Europa. No sé tonterías de mujeres seguro. Ya sabes, andamos siempre buscando enredos donde no los hay.
- Bueno eso sí, ustedes a veces son complicadas, tienes en tus manos una oportunidad de cumplir tus sueños y estás dudando. Simplemente, no te entiendo. En lugar de pegar de brincos y correr a preparar tus maletas. ¿No que andabas en Venecia en una góndola en brazos de tu gran amor? ¿Qué esperas Patricia, por Dios?, ve por él. Acepta ese diplomado, viaja por toda Europa y deja que la vida te lleve a dónde siempre has deseado, al gran encuentro y ya no dudes. Punto para de pensar. Mañana aceptas y se acabo el tema, ¿ok?
- Si, tienes razón. Aceptaré.
- Eso es todo, ¿y  te parece si ahora podemos disfrutar la tarde?, y por supuesto pedir dos cafés de nuevo porque estos ya se enfriaron.

Después de regresar en sus recuerdos a aquella tarde en que Miguel como siempre había estado con ella, y la había apoyado para tomar la decisión de irse a París, su mente avanzó unas semanas más en el tiempo. Recordando el día que tomó el avión con destino a sus sueños, todavía antes de despegar su corazón volvió a darle un vuelco, recuerda muy bien esa sensación, sentía como si abandonará algo muy importante para ella. Pero no supo identificar que pasaba, pensó en Miguel y en cómo la regañaría por perder el tiempo en dudas, y eso la tranquilizó. Entonces pensó que quizás lo que sentía era pena porque no lo vería en muchas semanas y estaba muy acostumbrada a él, era su mejor amigo y además un ser humano estupendo. Siempre lo querría mucho pues se había convertido en un gran apoyo.

Un recuerdo la fue llevando a otro, hasta que se encontró en un café muy cerca del Instituto situado en Rue de´l Université, donde tomaba el diplomado. La vista era increíble, se veía a lo lejos El Arco del triunfo y Champs Elysee´s, había elegido una mesa en una esquina, pues fue algo natural para ella, aunque aquel día no se detuvo a darle importancia a ese detalle, hasta hoy que todo lo ve diferente. Llevaba una semana apenas en Paris, pero no había tenido tiempo de conocer la ciudad pues los horarios del diplomado eran intensos y prácticamente su día transcurría en clases. Mientras disfrutaba el paisaje y hacía planes marcando en un mapa uno a uno los sitios que iría visitando, alguien aparecía frente a su mesa, levantó la mirada y se encontró así de la nada con un hombre que le pedía permiso para sentarse en su mesa, le pareció de aspecto francés o italiano no distinguió muy bien a primera vista. Era guapo, moreno, ojos verdes, cabello castaño y facciones bastante varoniles, le gustó, y se le hacía conocido aunque en ese momento no sabía de donde. Aquel hombre se había instalado ya en una silla junto a ella, sin esperar siquiera una respuesta, y de manera tan natural y muy fresca que la tenía encantada, se presentó diciendo que se llamaba Luca Sacheri, que estudiaba con ella en el mismo diplomado, y que no había podido evitar seguirla hasta allí. Le confesó que ya eran varias las veces que la había seguido hasta el mismo café pero la veía tan absorta en sus pensamientos que había preferido no ser imprudente. Lo que le causó mucha risa, pues que diferencia había entre hoy y aquellas veces, y al comentárselo el sólo pudo responder que quizás hoy traia más valor encima, respuesta que provocó en ambos una gran carcajada, y rompió el hielo que abrió el camino entre ellos. Un camino que los llevó a recorrer juntos aquellos sitios que Patricia deseaba conocer, Luca se convirtió en su guía turistico pues de niño había pasado temporadas en Paris con sus padres que amaban esta ciudad. En dos semanas Patricia y Luca empezaban a sentir que algo surgía entre ellos, de la mano por las calles de Paris, parecía iniciar el anhelado romance que ella tanto había soñado. Pero sólo parecía pensaba hoy Patricia, y es que a pesar de que Luca era increíble, algo muy dentro de ella no la dejaba tranquila. Miguel estaba en sus pensamientos, lo extrañaba, era algo inexplicable para ella, algo que en esos días atribuía a su gran amistad, y a la costumbre de verlo a diario.

No podía detener su mente, estaba tan sorprendida de su ceguera, que seguía pérdida en sus memorias de las últimas semanas buscando el instante en que su corazón había comprendido la verdad. Recorrió hasta el día en que el diplomado acabo, unos días antes le había dicho a Luca que iniciaría un viaje de un mes por Europa, tenía planeado llegar hasta Grecia y quizás tomar un crucero. Pero ese día Luca, que era italiano y provenía de una pequeña ciudad muy cercana a Venecia, llamada San Doná di Piavé, le hizo una proposición, que viajarán juntos y terminarán el recorrido en Venecia, el la llevaría también a conocer la otra ciudad de sus sueños y eso le daría la oportunidad de acompañarlo a visitar a su familia. Fue una sensación muy extraña, lo recuerda muy bien, no sabía porque pero no sentía mucho entusiasmo, algo pasaba, su corazón no le gritaba, "es él".  Deseo tener cerca a Miguel, necesitaba su consejo, pensó en hablarle pero sabía que él diría, ¿que esperas mujer?, anda acepta, ¿qué tal y él es tu amor?. Así que ante la insistencia y las grandes promesas de Luca de ser el mejor compañero de viaje, ella no pudo negarse ante tal propuesta. Quizás la vida era quién lo ponía en su camino. Bueno al menos en eso no se equivocaba Patricia, la vida pusó a Luca en su camino por una razón.

Sí,  fue poco a poco. Desde que dejó México empezó cada día el despertar. Al principio le escribía a diario, le decía que Paris era más hermoso que en sus sueños, que estaba feliz y el diplomado había resultado muy intenso pero interesante y que en verdad le gustaba, pero las respuestas de Miguel siempre eran cortas y concisas, disfruta le decía, deja de escribirme a diario, estudia, pasea, conoce gente y encuentra por Dios aquello que tanto buscas, sólo escríbeme alguna que otra vez para decirme que estás bien, sólo para eso. Esa reacción de Miguel no dejaba de darle vueltas, sí así empezó todo. Hoy lo entiende bien, no saber a diario de él, le afectó, empezó a extrañarlo cada día más.

Recorrió Europa junto a Luca, no podía negar que la pasó muy bien, el la hacía reír, sabía a dónde llevarla, tenía detalles y siempre mostraba una sonrisa para ella, aunque se la pasó intentando enamorarla siempre. Y ella lo dejaba conquistarla. Le abrió la puerta al amor, como pensaba ella en aquellos momentos. Pero cuándo faltaba poco para llegar a Venecia, empezó a comprender que no se enamoraría de Luca, su gran amor estaba en otro lado, y ella además seguía extrañando a Miguel, decidió que en cuánto terminará el viaje con Luca volvería enseguida a México, necesitaba a su amigo, a su querido Miguel, el sabría que decirle como siempre, quizás el verdadero amor no estaba en Europa como siempre pensó. Sí, regresaría pronto, era lo mejor y en ese momento le escribió un mail a Miguel, "te extraño mucho", "quiero verte Miguel","lo intenté con Luca pero él no es", "dentro de dos días llegamos a Venecia así que volveré muy pronto a México". Después de enviar el correo se percató que había escrito, "quiero verte Miguel", ¿porqué pusó eso?, no algo no estaba bien en ella, Miguel era su amigo.

Si Paris resultó un sueño cumplido, ella no entendía porque en Venecia no sentía lo mismo. Estaba inquieta y no podía evitar estar distante de Luca, el pobre Luca que se desvivió en intentos por lograr que su pasión por Venecia resurgiera.  A pesar de la belleza indiscutible de esa ciudad, del amor que ronda por sus calles y los cúpidos que navegan en forma de góndolas, el rostro de Patricia mostraba tristeza. Hasta ese día se había negado a hacer el anhelado paseo en góndola, llevaba dos días poniendo un pretexto para no hacerlo, pues para ella ese paseo significaba tanto, había soñado en hacerlo con el amor de su vida, y sabía muy bien que él no era. No deseaba lastimarlo pero no podía siquiera imaginarse en romper la ilusión de ese sueño, no el paseo en góndola lo guardaría para el día en que encontrará a su gran amor, así este estuviera escondido en el fin del mundo, un día volvería con él a Venecia y realizaría su sueño. Pero esa misma noche su vida cambió para siempre.

Al regresar al hotel, después de una cena deliciosa con pasta, vinos y una rica hogaza, Luca le tomó una mano y la miró a los ojos, unas lágrimas se escurrían por sus mejillas cuándo le dijo:

- Ya no te angusties amor mío, he comprendido que no conquisté tu corazón. Y quiero decirte que siempre te llevaré como un bello recuerdo. Pero me despido Patricia, es lo mejor. No te preocupes, mi familia sabrá entender. Este hermoso sueño termina hoy.
-  Lo siento tanto Luca, no pudé. Tienes razón, es mejor dejar así las cosas, no deseo lastimarte más. Mañana tomaré un vuelo de regreso a México pero quiero decirte que si me lo permites te ofrezco mi amistad, en mi corazón hay espacio para un gran amigo como tú.
- La vida dirá si tendremos un nuevo encuentro, dejemos que ella sea la que decida.
- Hasta siempre Luca y muchas gracias.
- Gracias a ti princesa por darme unas semanas de tu vida. Hasta pronto.

Sus recuerdos seguíeron hasta la mañana siguiente a esa decisiva noche. Había llegado hasta el gran canal y miraba a los enamorados que paseaban en las góndolas, no pudo evitar albergar en su alma el sueño de que algún día volvería con Miguel, y ese momento fue la primera vez que guardó el silencio necesario para escuchar al fin a su corazón, ¡Sí había pensado en Miguel!, lo había visto en sus sueños como su pareja en el paseo de enamorados, sintió que el alma se le salía del pecho porque al fin comprendió que amaba a su amigo, lo amaba. Las dudas sobre los sentimientos de él hacia ella empezaron a preocuparla, no sabía si sería capaz de decírselo. Sabía que él la veía como sólo como una amiga, y pensó que le diría que estaba loca, que Europa y la lejanía la habían trastornado, pero no, ella estaba segura que lo amaba. Bueno, decidió que lo primero era regresar.

Había sido hermoso recordaba Patricia, justo en aquel instante en que ella comprendía la verdad de su amor, escuchó la voz de Miguel, corría hacía ella con una gran sonrisa en los labios.

-¡Patricia! ¡Patricia!, no podía creer lo que veía era él y en Venecia.
- ¿Qué haces aquí?
- Vine porque dijiste que querías verme.
- Gracias, estoy muy feliz de verte Miguel.

Se roza los labios con un dedo, le tiemblan todavía con la sensación de ese beso que se dieron. No hubo más palabras, sólo besos y caricias contenidas por tantos años de un amor dormido en ella pero alimentadas día a día en la mente de él. Van abrazados escuchando la serenata romántica que los músicos les regalan abordo de la góndola. El momento es perfecto, su sueño ha sido cumplido, encontró a su gran amor y curiosamente en una ciudad de Europa como siempre sintió en su corazón. Sólo que este amor había estado frente a ella todo el tiempo pero no lo veía, tuvo que darse esa enorme distancia del tamaño de un oceáno para que los ojos de Patricia pudieran mirar en su interior.

Hoy entiendía que tenía que conocer a Luca para poder abrir los ojos. Al convivir con él, poco a poco fue entendiendo cuánto extrañaba a Miguel, así de un momento a otro ella puso en acción el limpiaparabrisas de su automóvil y  aquellas gotas que no la dejaban ver el amor que siempre había estado frente a ella desaparecieron dejando un horizonte despejado, donde sólo existía una historia junto a Miguel.

Así como a Patricia unas "gotas en el parabrisas" le borraban la visión de su horizonte, existen muchas Patricias por ahí, buscando algo que tal vez este más cerca de lo que creen. Por eso cuándo llueva, no olvides limpiar esas gotas y definir la mirada siempre hacia adelante pues no sabes cuándo pueda haber una sorpresa frente a ti.

Eva..



























5 comentarios:

  1. Me has llevado a la cuspide de la romantica historia, imagine cada paso por los puentes en Venecia, entre gondolas, indesicion y romanticismo. pero el punto culminante fue haber leido la metafora y como acomodaste el titulo que da origen a tu historia, me encanto "Gotas en el Parabrisas" el final es espectacular, te felicito, comenence a leer y no pude detenerme ni un instante volando en la imaginacion de la historia, hasta concluirla!excelente, impresionante, y bonita histora de amor.

    ResponderBorrar
  2. Que emoción!!... me encanta saber que te resulto interesante la historia de Patricia.. Uff igual yo aún vuelvo a leerla y a pesar de jamás haber estado en Paris y Venecia puedo imaginarme esos paisajes y las góndolas con los músicos y los cantantes... las parejas...

    Derroche de romanticismo en esta historia, pero fue lo que brotó de mi..

    Mil gracias por tu comentario amigo, besos

    ResponderBorrar
  3. Muy romántica historia. Todo pasa porque tiene que pasar, todo tiene un motivo, un sentido, una lógica.

    Tere Santiago Córdova
    terecasacor@hotmail.com

    ResponderBorrar
  4. Que linda historia, hermanita. Que romántico final, muy a lo pelicula de antaño!!! Me gusto tu metafora, muy interesante y profunda. Felicidades lograste hacerme soñar despierta un ratito!!!
    Besitos, tqm.

    ResponderBorrar
  5. Que historia!! todas en algún momento soñamos con encontrar al amor de nuestras vidas y que lindo en un lugar tan maravilloso como Venecia, muy romántico y soñador, me gustó Ely gracias.

    ResponderBorrar